Ayer fui a despedirme de Joan Colom y de su maravillosa expo que durante bastantes meses ha estado expuesta en las salas del MNAC. Una expo que valía la pena visitar más de una vez, y yo ayer, en mi despedida, re-visitando las imágenes y contemplando otra vez su arte, pude nuevamente entender el por qué amo la fotografía y por qué admiro tanto a fotógrafos como Colom.
Colom no se acercaba nunca demasiado a las personas. No interactuaba con ellas, de hecho, las personas ni siquiera sabían que estaban siendo fotografiadas. Él tenía la cámara semi-oculta en la mano, no miraba por el visor y disparaba por debajo de la cintura. Para él, era «básico fotografiar sin mirar el visor.»
Algunas personas consideran que sus fotografías son frías, que estar a 3 metros de sus «modelos» convierten su fotografía en algo demasiado distante. Incluso, que al reencuadrar tanto las imágenes después hacía «trampa» ya que debería haberse acercado desde el principio para encuadrar correctamente. De hecho, cuando estudiamos fotografía, siempre nos dicen que nos hemos de acercar más, que hemos de estar más cerca, que usemos menos tele, y demos dos pasos al frente.
Pero Joan Colom no buscaba interactuar. Su fotografía a mí me dice otra cosa. Su fotografía refleja naturalidad y cotidianidad. Las personas, al no darse cuenta que estaban siendo fotografiadas, continuaban en su día a día con una simplicidad mágica. Y eso es lo que he disfrutado tanto al visitar esta expo. He podido vivir un Raval y un Barrio Chino que de otra manera nunca hubiera conocido, me he adentrado junto a Colom en el mundo de las prostitutas de la época, me he sentido yo también espía de ese mundo desconocido. Sus imágenes me han permitido identificarme con los personajes a través de una cotidianidad totalmente pura.
Joan Colom consideraba que había tres elementos básicos para su tipo de fotografía: «espontaneidad, integridad y continuidad.» Por eso visitaba semana tras semana las mismas calles, y podía estar hasta 3 horas para lograr la fotografía perfecta. Escondido, sabía que muchos de sus negativos no darían el resultado correcto, y al revelar, tenía que tirar mucho material.
Además de las fotografías, una cosa que enseña la expo y que me resulta admirable, es la manera de Colom de clasificar sus fotografías. Él se ha definido como un «coleccionista de sus propias imágenes» y el orden y la meticulosidad que utilizaba lo demuestran. Clasificaba sus fotos temáticamente numerándolas del 1 al 31… Me parece increíble como archivaba, ordenaba y numeraba todo. Es una lección para todos los fotógrafos, algo que deberíamos aprender si no lo hacemos, como es mi caso.
Así que ayer, después de meses de tener a Joan Colom en el MNAC, me tocó despedirme de él. Me despedí habiendo aprendido grandes cosas, sobre todo, volviendo a encontrar la inspiración y la motivación para salir cada día a la calle a fotografiar. Y esperando ansiosa mi próximo encuentro con una gran expo como ha sido esta. Gracias Joan Colom, por este gran legado fotográfico y social.
«Yo no sabía que estaba haciendo fotografía social en aquel momento. Yo solo hacia fotografía y buscaba imágenes que me emocionaran. Yo hago la calle. Con mis fotografías busco ser una especie de notario de una época.» -Joan Colom