A diferencia de otros años, este año viví el año nuevo en Barcelona y no en Costa Rica. A diferencia de otros años, este año no me hice una lista de propósitos para guardar en mi billetera; hice una lista verbal, como me dijo Ela que la iba a hacer. A diferencia de otros años, hoy 3 de enero no estoy en la playa en Costa Rica. Estoy en Barcelona, haciendo lo que más me gusta hacer en esta ciudad, que es pasear. Paseando, he venido a visitar el CCCB y el Festival Drapart, un festival del que soy fan desde años (incluso intenté en su momento llevarme el festival al Valencia Open, dentro de mi Plan de RSC) pero que nunca había podido visitar en persona porque en estas fechas siempre he estado en Costa Rica.
Me quedo maravillada con el arte reciclado y las cosas que los artistas han logrado plasmar en esta exposición. Y mientras veo obra tras obra, me quedó petrificada en una de las salitas. Y entonces descubro «Seqüència Gelada». Para mí el tiempo se detiene durante un rato: leo los textos, miro el documental, vuelvo a ver las imágenes, una y otra vez.
«Seqüència Gelada. Imatges d’un comiat.» es una serie de fotografías que nació por casualidad. Duaita Prats, escultora y artista de la obra, explica: por entonces, febrero 2013, el edificio donde se encontraba el negocio P. Gelada y la antigua vivienda familiar, ya ha sido desmantelado por la brigada municipal y está a punto de ser derribado. Conozco indirectamente a Francesc Gelada, su último inquilino, pero nunca he estado en su taller, y le pido (a través de mi padre) ir con él en busca de herramientas o de algún objeto útil que haya quedado olvidado.
Duaita acompaña a Francesc Gelada a despedirse nuevamente de su taller (digo nuevamente porque me imagino que él ya se había despedido de su taller en muchas ocasiones). Ella no tiene cámara de fotos, porque su intensión no era fotografiar nada, sino buscar objetos para sus esculturas, pero mientras recorre el taller junto a aquel hombre que está perdiendo su legado familiar (un taller con 100 años de historia), decide sacar su blackberry y fotografiar la visita.
Cuando yo estaba estudiando fotografía, Toni, nuestro profe, nos daba un curso de «fotografía pobre», que basicamente quiere decir: «como tomar buenas fotos con mal equipo.» Eso es precisamente lo que hizo Duaita Prats en febrero de 2013: a pesar de no tener equipo fotográfico, logró captar la esencia humana, la tristeza, la desolación…
Viendo las fotos de P. Gelada, pensé en nuestra casa en San Ramón. El año pasado mis tíos y mi mamá vendieron la propiedad para la construcción de un centro comercial. Yo no pude ir a despedirme de la casa antes de la demolición y siempre voy a tener dentro esa espinita, por no haber podido ir a despedirme y a fotografiarla por última vez. De todas maneras, vive en mis recuerdos, de una manera nítida, real y feliz. En mis recuerdos es la casa de mi abuelo, es la casa de nuestra infancia, donde vivimos momentos mágicos y felices. Si hubiera podido ir a fotografiarla, quizás hubiera captado otros sentimientos, como el abandono o la tristeza…
Hoy, Duaita Prats hacía una reflexión interesante sobre esto: todos nos hemos sentido vinculados a un espacio que hemos perdido o nos han arrebatado, y al ocurrir hemos creído que también perdíamos una parte de nosotros mismos. Y junto a esta reflexión, planteaba algunas preguntas:
Sabiendo que todo al final es efímero, ¿Por qué nos cuesta tanto asumirlo?
De hecho, lo que realmente importa, ¿ocupa un espacio físico?
¿Damos suficiente valor en la memoria para compensar las pérdidas materiales?
Estas preguntas, sin duda, pueden dar cabida a muchas otras reflexiones. Dejaré esas reflexiones para otro momento y otra ocasión. Por ahora, sé que hoy voy a dormir tranquila sabiendo que hoy el ojo del fotógrafo (el de Duaita Prats) me abre las ventanas del alma de un hombre que no conozco y su historia. Ese es el propósito de la fotografía para mí, y siempre sonrío cuando vuelvo a reafirmarme en mi convicción absoluta de que la fotografía tiene poder.