Uyuni

El Salar de Uyuni es infinito. Es un paisaje idéntico kilómetro a kilómetro pero totalmente diferente conforme avanza el día y cambia la luz. Puedes estar horas simplemente mirando. Puedes volver al mismo sitio mil veces y el paisaje siempre será único. Es mágico, y gracias a la lluvia, el cielo y el desierto se confunden y crean un espejo perfecto.

Conocí el Salar en 2017, durante un viaje corto que hice con Ela. Estuvimos en la Paz primero, y luego emprendimos el largo viaje en bus para poder llegar a este sitio indescriptible. Lo recorrimos en un jeep con nuestro conductor Max (Mad Max).  

Tomé fotos con mi móvil y con mi Fuji, y la tarjeta de la Fuji se perdió unas semanas después. La busqué incansablemente, hasta que di las fotos por perdidas. Pero en este confinamiento, haciendo una limpieza profunda de todos los rincones de mi casa, encontré la tarjeta escondida debajo de un cajón de ropa, en un lugar difícil de encontrar.

Recuperar las fotos, pasarlas al ordenador y retocarlas me hizo revivir la magia. La magia de un blanco que tiene mil tonalidades. La magia de una sensación que solo se tiene cuando se pone los pies en ese desierto de sal infinito (12.000 km2). La magia de poder compartir aquí unas fotos que miles de personas han tomado, porque sin duda el espejo que se forma en el Salar es mundialmente conocido. Pero las comparto con la misma ilusión que las tomé mientras revivo un viaje increíble.

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